lunes, 2 de enero de 2012


Corrió, corrió, corrió.
Estaba dispuesta a poner a prueba eso de que somos más vacío que materia.

Corrió, corrió, corrió.
La colisión era inminente, en realidad no estaba segura si la agitación de sus moléculas era la necesaria, pero era testaruda.

Corrió, corrió, corrió.
Cerró los ojos… Sintió la energía que emanan los cuerpos en amplia cercanía.

Corrió, corrió, corrió.
Justo en el momento en que tenía que sentir ese azote inexorable del choque, supo que había logrado la hazaña.

Se dio una vuelta en el aire… Cayó en el trono que esperaba encontrar. Abrió los ojos y se encontró en el centro del corazón de quién pensaba.

La característica especial

Un buen día el diseñador de frutas estaba triste –buen día no por su tristeza, sino por la ocurrencia-, y por lo triste que estaba imaginó una fruta que supiera retratar su ánimo.


Será amarillo, pensó. Así, color sol pero con machucones feos que empeoren su apariencia. Antes que se le fuera la pena por la emoción de crear, dijo: Textura porosa, para que a los sensibles sibaritas les moleste. Y al final concluyó: Será duro cosa que cueste hasta pelarlo. También se necesitará de aditivos, como sal o azúcar, de modo tal que sus clientes estén restringidos.


Y cuando pensó en llamarla, pensó en un nombre que al decirlo no dijera nada al paladar, y que en si mismo lo disminuyera frente a sus pares… ¡Membrillo!


En su mente lo observó, lo saboreo; lo olió, lo saboreo; lo mezcló, lo saboreo… de todos los modos seguía invicto. El membrillo siempre quedará extraño.


Así, feliz con su pena proyectada, decidió festejar. Antes de crearla definitivamente, para no ensuciar su tristeza con la felicidad fugaz, pensó en pasear un rato. Iré al arroyo, se dijo.


Cuando caminaba hacia el agua observó todo lo que lo rodeaba, contempló la belleza de las creaciones de sus colegas: Los aromas de: las flores, los árboles, las nubes, los insectos, etc.; Los colores de: la mañana, las arañas, del vuelo de la golondrina, de las risas, etc.; Las texturas; los sonidos; etc.


¡Que egoísta e injusto soy! Dejar así al membrillo sería una crueldad inútil…

¿¡Cómo modificarlo!? No podía volver atrás, pues las propiedades ya entregadas no se pueden modificar. Lamentablemente, así es el oficio.


Mientras reflexionaba junto al agua corriendo, fue que se le ocurrió.


Corrió hasta su taller y le entregó a la nueva fruta su característica especial… Desde ese momento en adelante el membrillo –creación tan controversial- es de las mejores frutas cocidas…


Mal que mal, tener a cargo la creación de un bien común es una responsabilidad muy grande… y no hay que ser egoísta. Pensó mientras se cocía el primer membrillo.